12 de marzo de 2014

Líquidos, vulnerables y destructibles.

Estaba deleitándome con un vino de Navarra cuando sonó el teléfono. Me pasó el inalámbrico y me dijo: es mi madre. Dice que ha encontrado una botella con un mensaje tuyo.

Puse cara de disgusto, chasqueé la lengua y contesté. Había aprendido que a los yernos no les suele gustar su familia política. Marina, mi mujer, me miró decepcionada, como de costumbre, y salió de la habitación. Al oír mi voz, mi supuesta suegra dejó de fingir. La comandante 543T me reclamaba. La botella de vino que con la que comimos el domingo pasado llevaba las últimas pinceladas de nuestro plan. “ .. Y con una pizca de pánico, se convierten en una sociedad líquida, vulnerable y destructible”. Años y años de trabajo involucrados entre la raza humana habían dado su fruto. Conocíamos sus costumbres, sus miedos, sus temores, sus sueños. Por fin, las piezas encajaban. Sabíamos cómo destrozarlos. Era hora de llevar a cabo nuestra misión.


Disimuladamente, colgué el teléfono. Saboreando el último trago de vino, apreté el botón. Una densa nube de humo cubrió el sol. La gente salió a la calle, alterada. Las alarmas no dejaban de sonar, los niños lloraban, y un ejército de seres extraños bombardeó la calma. La ciudad empezó a arder, tal y como habíamos planeado. Ese pequeño planeta llamado tierra por fin sería nuestro. Eso sí, me encargué de que las viñas no fueran dañadas. ¡Para algo bueno que tenían los humanos!





(Relato propuesto para participar en el concurso "Mensaje en una botella para mi suegra", patrocinado por http://turismodevino.com/ )

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