Ten cuidado por donde caminas
pues el destino ha quemado
las pupilas de los sueños
de los niños del sendero
que llevaba hasta tu casa
y se ha comido los puntos
y las comas
y los besos
y los versos
y la luna
y los olores
con los ojos cerrados
y las encías sangrando
apretando los dientes
y masticando tus palabras
en tus entrañas
en tu espalda
en las cosas que no dices
en el silencio de mis caladas
con el humo que
tal como viene se va
como prentenden hacer
-disimuladamente-
tus manos
sin previo aviso
y sin despedida.