Devoraeltiemposinaliento,
pero no pasa.
Se asusta y tiene miedo.
Se para.
Y al girar la esquina,
allí sigue,
con su chaqueta azul, a conjunto con sus ojos, y con su alma;
respirando sin permiso
los besos de dos adolescentes
que ni siquiera se conocen.
Simples desconocidos
comoellayeldestino.
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